Psicóloga para problemas sociales y timidez en Granada

¿Cómo atreverme a ser lo que soy?

La timidez no tiene por qué ser un estado permanente, con las ganas y la guía adecuada, podrás deshacerte de ese pesado lastre y ser quien eres en realidad.

La timidez puede convertirse en un lastre para el desarrollo personal, sobre todo cuando en su base se esconde un miedo a las relaciones sociales. En estos casos, la persona se siente incómoda y cohibida delante de los demás, por lo que comienza a sentirse nerviosa y su desempeño se afecta. Cuando no logra superar la timidez sino que esta se agudiza y llega a ser una timidez extrema, los sentimientos de culpa y vergüenza, unidos a la tristeza y la soledad, se conjugan para dar paso a la depresión o problemas en el trabajo. La buena noticia es que la timidez no tiene por qué ser un estado permanente, con la ayuda adecuada puedes deshacerte de ese pesado fardo.

Qué es la timidez

La timidez implica un patrón de introversión en los contextos sociales que conlleva a una conducta retraída y a una falta de asertividad. La persona tímida sigue un patrón de pensamiento distintivo que le genera estrés y ansiedad en las situaciones sociales, este patrón está caracterizado por tres aspectos fundamentales:

Actitud hipervigilante que le lleva a centrarse solo en los errores que comete.

Ideas negativas sobre sí mismo que alimentan un auto-concepto pobre.

No obstante, la timidez no se limita al plano fisiológico, sus efectos también se aprecian en el área cognitiva. Cuando la persona debe enfrentarse a determinados contextos sociales, es común que manifieste problemas para concentrarse, olvide las cosas y le resulte difícil darle un orden lógico a sus ideas, ya que el curso del pensamiento se desorganiza.

De esta forma, sus peores pesadillas se cumplen y ratifican la idea de que no tiene habilidades sociales, cerrando a su alrededor un círculo vicioso del que resulta difícil escapar ya que se retroalimenta.

Preocupación excesiva por su desempeño.

La ansiedad ante las situaciones sociales desencadena una serie de reacciones neurovegetativas, como por ejemplo: sequedad en la boca, palpitaciones, temblor en las manos o en la voz, sudoración profusa y rubor.

¿Cuándo la timidez se convierte en un problema?

La timidez no siempre implica una dificultad. Hay personas tímidas que logran relacionarse con los demás y tener un desempeño social aceptable. Sin embargo, la timidez se convierte en un problema cuando es extrema, cuando limita nuestras potencialidades y nos hace sentir mal. De hecho, la timidez extrema provoca una inhibición del comportamiento y genera un gran sufrimiento emocional.

Tampoco se debe confundir la timidez con la introversión. La introversión es un rasgo de personalidad que no es malo ni bueno en sí mismo. La persona introvertida disfruta estando sola, no necesita demasiado las relaciones sociales, sino que prefiere actividades más solitarias. Al contrario, la persona tímida no disfruta de la soledad, sino que sufre ansiedad ante las situaciones sociales porque siente miedo o vergüenza.

Causas de la timidez extrema

Como la mayoría de los problemas psicológicos, la timidez excesiva tiene múltiples causas:

  • Genéticas. El temperamento está determinado por características del sistema nervioso, lo cual indica que la genética también desempeña un rol en la aparición de la timidez excesiva. De hecho, el término “inhibición ante lo desconocido” se utiliza para referirse a bebés que desde muy temprano comienzan a comportarse de forma tímida. Estos niños tienden a reaccionar excesivamente ante los estímulos, un patrón que podría consolidarse a lo largo de la infancia y desencadenar una timidez extrema o una fobia social.
  • Apego inseguro. Si durante la infancia el niño no logra crear lazos afectivos adecuados con sus padres, es probable que se genere un apego inseguro. Cuando los padres se muestran distantes emocionalmente, no pasan mucho tiempo con sus hijos o adoptan un estilo educativo sobreprotector o demasiado exigente pueden estar influyendo, sin quererlo, en que su hijo sea más tímido. Al contrario, si el niño crece siendo consciente de que sus padres, o al menos uno de ellos, le apoya, se sentirá seguro y será una persona independiente.
  • Experiencias traumáticas. En algunos casos la timidez surge como una respuesta ante determinadas experiencias que fueron vividas de forma traumática. Si la persona ha sido objeto de burlas o humillaciones, es probable que se sienta avergonzada y se encierre en sí misma, como un mecanismo de defensa. De hecho, los ambientes familiares, escolares o laborales demasiado estresantes, hostiles y competitivos también pueden ser causa de una excesiva timidez o inhibición.
  • Falta de autoestima. Una autoestima baja puede causar la timidez o convertirse en la llama que la alimente. La persona que ha recibido críticas constantes a lo largo de su infancia y adolescencia y que en las comparaciones siempre ha salido mal parada, es probable que no tenga confianza en sus capacidades, que tenga la tendencia a subvalorarse y que desarrolle una personalidad insegura, tímida y miedosa.
  • Aspectos culturales. Investigaciones antropológicas han descubierto que aunque la timidez existe en todo el mundo, no se experimenta de la misma forma. Por ejemplo, los japoneses y taiwaneses son los que expresan un mayor grado de timidez, en el extremo opuesto se encuentran los israelitas. La clave radica en la atribución del éxito y los errores que se realiza a lo largo de la infancia. De hecho, en la cultura japonesa los padres se llevan el crédito cuando su hijo tiene éxito pero cuando fracasa, le achacan toda la responsabilidad. En Israel, al contrario, a menudo los niños son recompensados por el esfuerzo que realizan, más allá de los resultados obtenidos.


Se estima que un tercio de las personas tímidas han nacido con una predisposición genética pero, en última instancia, es la educación y las experiencias de vida las que conducen a la timidez extrema o la fobia social.

“Los héroes son personas ordinarias cuya acción social es extraordinaria, que actúan cuando otros están pasivos, que abandonan el egocentrismo por sociocentrismo.” -Philip Zimbardo

Timidez y fobia social ¿son lo mismo?

La timidez no es un estado que pueda verse en blanco o negro, sino que encierra múltiples tonalidades. De hecho, todos podemos reaccionar con timidez ante determinadas situaciones, pero podemos actuar con seguridad en otros contextos. No se debe olvidar que la timidez es el resultado de nuestra inseguridad, de no saber si seremos lo suficientemente competentes o valiosos para los demás.

También existe lo que se conoce como “tímidos extrovertidos”. Son personas aparentemente seguras y encantadoras que han aprendido a recitar un papel en determinados contextos, pero que en realidad tienen miedo a las relaciones sociales. Se trata de un problema común entre los maestros, políticos o incluso entre los actores, ya que estas personas, cuando no tienen un guión preestablecido, se sienten indefensas.

Sin embargo, la fobia social va un paso más allá, es un miedo que no se corresponde a la intensidad del peligro sino que es desmesurado e irracional. Además, ese miedo influye en la vida cotidiana de la persona, haciéndola sentir mal y limitando su capacidad de acción y disfrute. Por tanto, la fobia social sería la timidez en su grado extremo.

Se estima que el 40% de los adolescentes sufren alguna forma de timidez. Al llegar a la adultez, más de un 10% ha desarrollado una timidez excesiva o una fobia social.

La timidez social y la timidez amorosa

Existen diferentes tipos de timidez, en algunos casos la persona experimenta un miedo a las relaciones sociales en sentido general, pero otras veces ese temor se circunscribe al ámbito amoroso. Ambos tipos de timidez se manifiestan de forma diferente, aunque en muchas ocasiones los dos tipos de timidez se dan a la vez.

Los síntomas típicos de la timidez social son:

  • Preocupación excesiva por la posibilidad de convertirse en el centro de la atención de un grupo de personas.
  • Miedo a que alguien observe lo que está haciendo.
  • Aversión a realizar gestiones o incluso a hacer llamadas telefónicas.
  • Dificultades para emprender una reclamación, aunque tenga la razón y el derecho.
  • Miedo a hablar o realizar presentaciones en público.
  • Tendencia a rehuir los espacios donde haya mucha gente.
  • Miedo a que sus intervenciones parezcan ridículas o inadecuadas.
  • Temor a quedarse en blanco, a tartamudear o a sonrojarse delante de los demás.
  • La timidez amorosa


Al contrario, quien sufre timidez amorosa puede desenvolverse discretamente bien en los grupos sociales, pero tiene problemas para entablar una relación con una persona que le atraiga. Los síntomas más comunes son:

  • Falta de asertividad en las situaciones informales que involucran a personas que podrían convertirse en una pareja romántica o sexual.
  • Ansiedad anticipatoria, provocada por el deseo de agradar a la otra persona.
  • Dificultades para iniciar y mantener una conversación con la persona que le atrae.
  • Miedo a estar solo con la otra persona en situaciones que puedan conllevar a un acercamiento amoroso.
  • Desasosiego y angustia, ya que en realidad la persona desea un acercamiento amoroso pero su timidez se lo impide.


Cómo vencer la timidez

Existen diferentes alternativas para vencer la timidez, la fobia social o la timidez amorosa. Lo afrontamos:

  • Tratamiento psicológico individual para la timidez
  • Terapia grupal
  • Taller de entrenamiento en habilidades sociales y comunicación interpersonal.
“Lo fácil ya lo hice, lo difícil lo estoy haciendo y lo imposible lo lograré.” -Anónimo

Psicólogo miedo al rechazo social en Granada

Todos necesitamos ser aceptados ya que a través de las relaciones interpersonales construimos nuestra identidad. Ese proceso de dar y recibir afecto es psicológicamente saludable y refuerza nuestra autoestima. Por eso, el rechazo social se vive de manera particularmente intensa y provoca fuertes reacciones emocionales que pueden ir desde la ira hasta la desesperanza.

Cuando la necesidad de aceptación social se sobredimensiona se experimenta un profundo miedo al rechazo social que en algunos casos puede llegar a transformarse en una fobia. De hecho, se estima que entre el 3-13% de la población mundial sufre una fobia social.

¿Qué es el miedo al rechazo?

Casi siempre el miedo al rechazo surge cuando la persona percibe que podría perder la aprobación de alguien significativo. Cuando pensamos que alguien importante para nosotros no validará nuestros comportamientos, sentimientos o ideas, tememos perder su reconocimiento y que la relación se dañe irremisiblemente. En el caso de la fobia social este miedo al rechazo se produce sobre todo ante los desconocidos, encontrando sólo seguridad y comodidad en las relaciones familiares o muy cercanas.

Obviamente, la pérdida de la estima, el afecto y/o la aprobación se percibe como si fuera una situación amenazante para nuestro “yo”, lo cual genera miedo. Cuando esta situación se repite a lo largo del tiempo, desarrollamos un profundo miedo al rechazo social pues para ese momento es probable que nuestra autoestima se haya dañado. Al perder la confianza en nuestras capacidades, también pensamos que nadie podrá valorarnos y tememos hacer el ridículo o quedarnos solos.

Los síntomas principales del miedo a ser rechazado

El miedo al rechazo social se expresa a través de un temor persistente de que los demás no acepten nuestros comportamientos y, como consecuencia, perdamos su aprobación. Este tipo de pensamientos ocupará cada vez más espacio llegando a determinar nuestras decisiones ya que en muchas ocasiones la persona que le teme al rechazo no piensa en lo que quiere o necesita realmente sino que se pliega a las opiniones de los otros ya que intentará hacer todo lo que esté a su alcance para obtener su aprobación. Obviamente, con el paso del tiempo estos comportamientos suelen dar paso a una profunda insatisfacción.

En otros casos el miedo al rechazo se expresa evitando las relaciones sociales. Aunque a primera vista puede resultar paradójico, lo cierto es que la persona prefiere no exponerse para no correr el riesgo de ser rechazada. De esta forma, se va excluyendo ella misma y al final termina sufriendo lo que tanto temía: el aislamiento social.

Las causas psicológicas del miedo al rechazo social

Todos tenemos la necesidad de ser amados y sentir que pertenecemos a un grupo. El simple contacto no es suficiente, necesitamos mantener relaciones estables e interacciones satisfactorias que validen nuestros sentimientos, comportamientos y actitudes. Cuando nos rechazan, nos sentimos solos e infelices y, como se trata de una sensación desagradable, es normal que intentemos evitarla.

Después de haber sufrido un rechazo, la mayoría de las personas pasa una “fase de evaluación”, en la que hacen un balance de lo sucedido y determinan los pasos a seguir. Lo más usual es que intenten volver a conectar con los demás y que lo logren ya que ahora son mucho más sensibles y empáticos. Sin embargo, hay quienes se encierran en sí mismos y comienzan a experimentar un profundo miedo al rechazo, el cual se acentúa aún más cuando existe una baja autoestima.

En muchos casos este miedo sienta sus raíces en la infancia, sobre todo en las experiencias traumáticas que hayan implicado un rechazo. Algunas de las causas más comunes son las siguientes:

  • Es probable que de niño, la persona no haya recibido la aprobación suficiente por parte de sus padres, quienes quizás eran demasiado exigentes o no mostraban con facilidad sus sentimientos haciendo que el pequeño se sintiese inseguro.
  • También sucede que muchos padres tienden a sobreproteger a los niños, sobre todo si tienen tendencia a la timidez, lo cual retroalimenta el miedo a las relaciones sociales, y no ofrece la oportunidad de poner en práctica las habilidades sociales en la interacción con los demás. En este sentido, puede suceder que el niño reciba el mensaje, explícita o implícitamente de que la seguridad se encuentra en la familia, y lo que está fuera es peligroso.
  • En otros casos el problema puede haber surgido a raíz de haber sufrido acoso escolar, ya sea debido a las burlas de sus compañeros de colegio o porque estos le excluían del grupo.

Las consecuencias del miedo al rechazo

A largo plazo, la experiencia de rechazo provoca daños en la imagen de sí mismo, en la autoconfianza y puede generar depresión, la sensación de derrota y una profunda inseguridad emocional. La persona que tiene miedo al rechazo puede llegar a comportarse de forma sumisa o poco asertiva, o por el contrario tener explosiones de ira, como consecuencia de “haberse tragado” lo que pensaba y no haber puesto límites a los demás en su momento. De hecho, la investigación ha demostrado que percibir que podríamos ser rechazados nos hace comportarnos de manera más agresiva y egoísta, lo cual sería una especie de mecanismo de defensa que nos ayuda a prevenir futuros rechazos, pero que en realidad nos aleja de los demás.

Por otra parte, la experiencia de rechazo también puede llegar a provocar emociones tan intensas que nuestro cuerpo las registra como si fuera un dolor físico. El simple hecho de imaginar que podemos ser rechazados puede generar desde dificultades para respirar hasta una sensación de dolor punzante y un aumento de la presión arterial. Cuando esta situación se mantiene durante un largo periodo de tiempo, la persona puede comenzar a desarrollar trastornos psicosomáticos.

Con el tratamiento obtendrás:

  • Mejorar tu autoestima y recuperar la confianza en tus capacidades
  • Potenciar tus habilidades sociales
  • Asumir las experiencias pasadas de rechazo despojándolas de su carga afectiva negativa
  • Aprender a controlar la ansiedad que generalmente generan las ideas de rechazo
  • Modificar las creencias erróneas y las distorsiones cognitivas que sustentan el miedo
  • Recuerda que las emociones negativas son parte de la vida, podemos experimentar miedo, inseguridad y humillación, pero lo que nos distingue es la manera en que lidiamos con esas emociones.
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Psicólogo dificultad para hacer amigos o mantenerlos

Relacionarnos con los demás es muy importante. Vivimos en sociedad y estar en contacto con otros nos enriquece, nos permite conocer otras formas de ver la vida y nos amplía posibilidades a la hora de hacer nuevas actividades, conocer nuevos lugares, practicar aficiones …

¿Te cuesta hacer amigos o mantenerlos?

¿Sientes timidez cuando estás en compañía de otras personas?

¿Tienes relaciones tensas en tu entorno más cercano?

Los conflictos o desacuerdos son parte de la comunicación. A veces, surgen y si los arreglamos, mejoramos como persona y como sociedad.

Problemas para relacionarse. Sus síntomas y características.

¿Cuáles son los rasgos principales de las personas con problemas para relacionarse? ¿Te sientes identificado/a con alguno de estos síntomas, señales y características?

No tienes confianza con los demás, quizá por haberte sentido invadido en alguna ocasión anterior.

No tienes respeto o crees que no te tienen respeto. En un conflicto, suele haber momentos de abuso en ese sentido.

La comunicación con otros es pobre. Para ti, es complicado transmitir tus verdaderas necesidades, opiniones y sentimientos con asertividad (aprender a decir no).

Has sido receptor de violencia emocional. Por ejemplo, insultos, desprecios, acoso laboral.

No te sientes libre para desarrollar nuevas relaciones o iniciar proyectos que te interesan.

Te sientes inferior. No inicias relaciones nuevas porque te crees inferior y no a la altura de los demás.

Las relaciones no tienen porque ser difíciles. En El Prado Psicólogos, buscamos el origen de tus problemas y facilitamos las herramientas para que puedas mantener relaciones sanas.

Por qué tenemos problemas en las relaciones sociales. Cuáles son las causas.

Normalmente, este tipo de problemas se inician en la infancia. Lo que aprendimos de las relaciones mientras íbamos creciendo, cómo nos trataban o lo que observábamos en las conductas de los adultos, se convierte más tarde en una conducta. Creemos que de esa forma son las relaciones y nos cuesta cambiar.

También, hay otros factores que contribuyen a los problemas para relacionarse, como:

Si eres tímido y te cuesta abrirte a los demás, iniciar conversaciones.

Si tienes una baja autoestima y no te consideras valioso/a.

Si tienes algún trastorno de personalidad que te hace aislarte de los demás.

Reducir los problemas en las relaciones sociales aporta beneficios

Hay motivos para buscar las herramientas más adecuadas. Hay razones para sentirte mejor en tus relaciones sociales. Si aprendes a relacionarte mejor con otras personas, podrás:

  • Disfrutar más de tu vida
  • Ganar amigos
  • Conseguir un mejor empleo
  • Expresar tus opiniones
  • Incrementar tu autoestima
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