Entre los profesionales sabemos que el complejo de inferioridad es uno de los más comunes y conocidos entre los complejos psicológicos, siendo unos de los problemas más limitantes que podemos sufrir. La persona con complejo de inferioridad se subvalora, pero a menudo el motivo que la conduce a menospreciarse es completamente desproporcionado.
Por eso, el complejo de inferioridad encierra tanto una idea irracional como una imagen distorsionada de sí mismo, el problema surge cuando creemos que el sentimiento que tenemos de inferioridad se corresponde con la realidad y sentimos vergüenza, angustia y por tanto, dicha situación nos lleva al fracaso.
Según Alfred Adler, el creador del concepto de complejo de inferioridad y del complejo de superioridad afirmó en una ocasión que “todos tenemos un sentimiento de inferioridad, pero no se trata de un trastorno, sino de un estímulo que nos impulsa a esforzarnos y desarrollarnos. El complejo de inferioridad se convierte en una condición patológica solo cuando esa sensación de insuficiencia nos abruma y, en vez de estimularnos, nos deprime e inhibe nuestro desarrollo”.
Síntomas
Es muy probable que todos, en alguna ocasión, hayamos podido sentirnos inferiores, sobre todo cuando nos comparamos con alguien que nos ha superado en algún aspecto para nosotros importante. Sin embargo, este tipo de sentimiento es puntual y pasajero, ya que se refiere a una situación concreta.
Cuando el sentimiento de inferioridad es mucho más profundo y abarca a las distintas facetas de tu vida, nos encontramos con un complejo psicológico más limitante. La persona que tiene un complejo de inferioridad se cree peor que los demás, se siente más inútil, más indefenso, menos capaz, menos valioso y, por consiguiente, es más infeliz.
Los principales síntomas del complejo de inferioridad son:
- Falta de autoestima, que se expresa prácticamente en cada uno de los actos
- Escasa confianza en sí mismo y en sus capacidades
- Gran timidez en los contextos sociales
- Complacencia excesiva hacia los demás (falta de asertividad)
- Dificultad para tomar decisiones debido a que experimenta una inseguridad extrema
- Escasa autonomía, que se traduce en una dependencia excesiva del consejo y las opiniones de los demás
- Tendencia a menospreciar sus logros y sobrevalorar el éxito de los otros
¿Qué desencadena el sentimiento de inferioridad?
El sentimiento de inferioridad puede surgir prácticamente por cualquier cosa. En general suele iniciarse por una peculiaridad física, como por ejemplo, ser más alto o más bajo que los demás o tener un rasgo demasiado acentuado, como una nariz muy grande o una mancha en la piel.
En otros casos el complejo de inferioridad se debe a una característica que la persona considera humillante, como puede ser ruborizarse, sudar extremadamente, temblar o tartamudear cuando se pone nervioso. También puede deberse a la falta de habilidades, como pensar que no es suficientemente inteligente, que no es lo suficientemente culto o que no sabe desenvolverse en un grupo.
En los casos más graves no se debe a un rechazo hacia un aspecto concreto, sino que la persona tiene una sensación de malestar generalizada consigo misma, que la lleva a rechazarse y no quererse en su totalidad.
¿Qué hace que unas personas acepten sus características y tengan una autoestima sana y otras desarrollen un complejo de inferioridad?
Obviando las diferencias físicas o psicológicas que puedan existir, la causa que toma más relevancia son los sentimientos profundos de minusvaloración. Un niño que recibe la aceptación y el cariño de sus padres y profesores, más allá de los errores que pueda cometer, se convertirá en un adulto seguro de sí mismo. Al contrario, un niño que sea recriminado constantemente por sus fallos, al que se le exige un determinado comportamiento para ser aceptado aprenderá a centrarse en los aspectos negativos y tendrá mayores probabilidades de transformarse en un adulto inseguro, que no se acepta.
Las personas que tienen una tendencia a buscar continuamente el apoyo de los demás también son más vulnerables a desarrollar un complejo de inferioridad, al igual que quienes han crecido en un ambiente sobreprotector. Como hemos dicho, las personas que se sitúan en el otro extremo, desarrollan una especie de “desesperanza aprendida” y se sienten indefensos ante los problemas.